El domingo pasado, después de Agra, nos fuimos a Fatephur Sikri. Sólamente la hora del bus ya merece la pena: un vehiculo destartalado, sucio, que coje todos los baches del camino, en el cual atraviesas una carretera en donde no puedes parar de mirar a todos los lados (aunque como eran las 8 de la mañana, mis ojos se cerraban a ratos). A veces, me gustaría que mi mente fuese una cámara digital que en un sólo click pudiese descargar todo lo que estoy viendo para poder compartirlo con vosotros.
El pueblo, aunque pequeño, (o debido a ello) me encantó. Después de un desayuno (té y una paratha) deambulamos por el mercado del pueblo, observando a todas las personas, sus negocios, sus quehaceres diarios, su vida. Aunque visitar un palacio o un mausoleo merezca la pena, pasear por las calles de un pueblo te da la visión real del país, yo, desde luego, me quedo con lo segundo.
Fathepur Sikri tiene un fuerte increible con una mezquita en su interior, y una puerta de entrada de unos 54 metros que es una de las más altas de la India. En su momento, era la ciudad en donde el Sultán de la época tenía allí su residencia oficial (luego se trasladó a Agra). Lo curioso del fuerte es que conviven tres estilos diferentes: hindú, musulmán y cristiano. Por lo visto el sultán tuvo tres esposas de diferentes religiones.
Lo malo de la visita fue que el guía que se nos impusó en nuestro recorrido, nos "obligó" a comprar una tela que servía de ofrenda en el templo que había dentro del fuerte. Una siempre dice que nunca la van a timar, pero.....estas cosas pasan. Lo mejor: no cabrearse, reirse, y saber que entra dentro del paquete de la experiencia india.
El viaje de vuelta a Delhi, (en la clase india, es decir, ventiladores cuyo aire no llega, mucha gente, condensación de calor, y asientos no muy cómodos) te hace desear vivir en un poza de esas cuya agua viene directamente de un río de montaña, cristalino y helado. Pese a todo, con la cabeza pegada a la ventana intentando refrescarme con el aire (caliente) de fuera, física y mentalmente sigues de viaje.
El pueblo, aunque pequeño, (o debido a ello) me encantó. Después de un desayuno (té y una paratha) deambulamos por el mercado del pueblo, observando a todas las personas, sus negocios, sus quehaceres diarios, su vida. Aunque visitar un palacio o un mausoleo merezca la pena, pasear por las calles de un pueblo te da la visión real del país, yo, desde luego, me quedo con lo segundo.
Fathepur Sikri tiene un fuerte increible con una mezquita en su interior, y una puerta de entrada de unos 54 metros que es una de las más altas de la India. En su momento, era la ciudad en donde el Sultán de la época tenía allí su residencia oficial (luego se trasladó a Agra). Lo curioso del fuerte es que conviven tres estilos diferentes: hindú, musulmán y cristiano. Por lo visto el sultán tuvo tres esposas de diferentes religiones.
Lo malo de la visita fue que el guía que se nos impusó en nuestro recorrido, nos "obligó" a comprar una tela que servía de ofrenda en el templo que había dentro del fuerte. Una siempre dice que nunca la van a timar, pero.....estas cosas pasan. Lo mejor: no cabrearse, reirse, y saber que entra dentro del paquete de la experiencia india.
El viaje de vuelta a Delhi, (en la clase india, es decir, ventiladores cuyo aire no llega, mucha gente, condensación de calor, y asientos no muy cómodos) te hace desear vivir en un poza de esas cuya agua viene directamente de un río de montaña, cristalino y helado. Pese a todo, con la cabeza pegada a la ventana intentando refrescarme con el aire (caliente) de fuera, física y mentalmente sigues de viaje.