martes, 30 de julio de 2013

Fathepur Sikri

El domingo pasado, después de Agra, nos fuimos a Fatephur Sikri. Sólamente la hora del bus ya merece la pena: un vehiculo destartalado, sucio, que coje todos los baches del camino, en el cual atraviesas una carretera en donde no puedes parar de mirar a todos los lados (aunque como eran las 8 de la mañana, mis ojos se cerraban a ratos). A veces, me gustaría que mi mente fuese una cámara digital que en un sólo click pudiese descargar todo lo que estoy viendo para poder compartirlo con vosotros.

El pueblo, aunque pequeño, (o debido a ello) me encantó. Después de un desayuno (té y una paratha) deambulamos por el mercado del pueblo, observando a todas las personas, sus negocios, sus quehaceres diarios, su vida. Aunque visitar un palacio o un mausoleo merezca la pena, pasear por las calles de un pueblo te da la visión real del país, yo, desde luego, me quedo con lo segundo.

Fathepur Sikri tiene un fuerte increible con una mezquita en su interior, y una puerta de entrada de unos 54 metros que es una de las más altas de la India. En su momento, era la ciudad en donde el Sultán de la época tenía allí su residencia oficial (luego se trasladó a Agra). Lo curioso del fuerte es que conviven tres estilos diferentes: hindú, musulmán y cristiano. Por lo visto el sultán tuvo tres esposas de diferentes religiones.

Lo malo de la visita fue que el guía que se nos impusó en nuestro recorrido, nos "obligó" a comprar una tela que servía de ofrenda en el templo que había dentro del fuerte. Una siempre dice que nunca la van a timar, pero.....estas cosas pasan. Lo mejor: no cabrearse, reirse, y saber que entra dentro del paquete de la experiencia india.

El viaje de vuelta a Delhi, (en la clase india, es decir, ventiladores cuyo aire no llega, mucha gente, condensación de calor, y asientos no muy cómodos) te hace desear vivir en un poza de esas cuya agua viene directamente de un río de montaña, cristalino y helado. Pese a todo, con la cabeza pegada a la ventana intentando refrescarme con el aire (caliente) de fuera, física y mentalmente sigues de viaje.


AGRA y El Taj Mahal

El fin de semana pasado hice una escapada a Agra...., puede que la imagen del Taj Mahal esté grabada en nuestras retinas, que creamos que, después de haber visto la imagen en tantos sitios, no te vas a sorprender, que puede que no merezca la pena...., creerme que estamos equivocados.

Agra, como citudad, no tiene un encanto especial, pero si te gusta la India, sus callejuelas, sus mercados, su pequeño (o gran) caos, te gustará Agra. Si vives en Delhi, te parecerá bastante tranquila, pequeña y hasta casi ordenada.

En el tren, una tiene que ir preparada para el asalto de todos los ricksheros que te van a querer timar, llevarte a los hostels con los que tienen pactada una comisión, etc. En nuestro caso, nuestro hostel llevaba incluido (gratis) el traslado desde la estación, asi que pudimos salir veloces del tren y llegar en diez minutos a nuestro destino.

Casi todos los monumentos (incluido el Taj Mahal), están bastante lejos y, por tanto, dependes de un transporte casi todo el tiempo. Ali fue el rickshero que, por tres euros, nos llevó durante la mayor parte del día por la ciudad.

El Taj Mahal, y Agra por extensión, es una ciudad, cuyos monumentos, son vestigios de una época en la que India estaba dominada por el Imperio Mogol (siglos XVI-XIX), y, por tanto, abundan los mausoleos, fuertes y otras construcciones de origen musulmán. El Taj Mahal, paradójicamente, pese a ser la imagen de la India, pertenece a ese período. Por si no sabéis la historia: el Taj Mahal es un mausoleo donde descansa la tumba de la mujer (y muy amada) de Sha Jahan, cuya tumba también descansa allí. Por lo visto, para que el arquitecto comprendiese el inmenso dolor del Sultán, mandó matar a la prometida de éste, además, al acabar la obra (creo que fueron unos 22 años), ordenó cortar la mano a todos los trabajadores para que no volviesen a construir nada semejante. Universalmente, el Taj es conocido como el símbolo del amor, pero....que quereis que os diga, mi ideal de lo que puede llegar a ser ese sentimiento se aleja bastante de ese esquema.

Después de ver otros monumentos y degustar una riquísima comida (reconozco que a veces echo de menos un pincho de tortilla y una empanada gallega-entre otras cosas- pero me encanta la comida india!) entramos en el Taj a las 4 de la tarde- nuestra idea era quedarnos hasta la puesta de sol.

Pese a que había mucha gente (que por suerte fue desapareciendo a lo largo de las horas) y rompió un poco el encanto del lugar, fueron tres horas inolvidables. Sentada en uno de los suelos de mármol, el Taj verdaderamente te hipnotiza, su simetría es perfecta, su imagen reflejada en el agua, rodeado de un jardín, dibuja un cuadro que dificilmente podré borrar de mi cerebro. Ha valido la pena.



miércoles, 10 de julio de 2013

INTRODUCCIÓN Y NUDO


En Delhi, con unos 18 millones de habitantes,  puedes vivir en una urbanización de lujo, tener un driver, ir a restaurantes caros y pasarte las tardes en uno de los cientos de Malls (centros comerciales). En otras palabras, pertenecer a la clase media-alta emergente que ha ido surgiendo en los últimos años, el resto, vive en unas condiciones precarias.

Hablar de la India, y, concretamente, en el contexto de una gran ciudad, es hablar de contrastes. Por las mañanas cuando cojo el metro, puedo ver mujeres y hombres vestidos a lo “occidental”, que van a trabajar o estudiar en un día rutinario más de la semana, mezclados con personas que siguen vistiendo de manera tradicional y cuyas condiciones de vida son mucho peores. Cuando llegas a Gurgaon, los contrastes se acentúan más si cabe.

La mayoría de edificios de Gurgaon (ciudad perteneciente al Estado de Haryana al sur de Delhi) son muy jóvenes (empezaron a construirse en los años 90), los más de 82 Malls abastecen a una parte de sus 1,5 millones de habitantes conviviendo con las filiales de muchas empresas nacionales e internacionales y viviendas de una clase india alta y expatriados. Como en una especie de islotes se encuentran los slums y barrios de chabolas, asentamientos ilegales que en un futuro cercano se van a derruir, condenando a un futuro incierto a las familias que viven allí, la mayoría son de zonas rurales que, buscando mejores condiciones de vida, emigraron a las ciudades hace dos e incluso tres generaciones atrás.

Rajeev Nagar (Nagar significa pueblo en hindi), es uno de esos asentamientos en donde trabajo. La mayoría de (cientos) negocios que hay son de subsistencia: pequeños “restaurantes”, tiendas de ropa, ultramarinos o tiendas de un-poco-de-todo, ubicados en locales de unos pocos metros cuadrados, puestos callejeros o en el suelo: una pequeña cocinilla o fogata para cocinar las mazorcas de maíz  puede ser un negocio. Viéndolos, refresco mi asignatura de microeconomía y aparece ante mí (aunque no se den todos los condicionantes) un sistema de competencia perfecta en donde los vendedores mantienen el mismo precio que la competencia y se reparten el pastel  de clientes correspondiente.

Las clases sociales (a las que perteneces según tu estatus económico) se entremezclan con el sistema de castas que sigue imperante en la práctica, complicando aun más el sistema y la cultura india. Si además, eres mujer, tu situación empeora. India es uno de los países con más represión y machismo del mundo, todos los proyectos que conozco, tienen un eje transversal de género, la mujer india, aunque invisible, es el motor del desarrollo. Si eres mujer y extranjera, tienes que convivir muchas veces con las miradas (lascivas) de los hombres, la receta: dosis de paciencia, indiferencia y alguna que otra frase malsonante en español con la que te quedas muy a gusto!

Paciencia, una vez más, es el componente estrella si vives aquí. Diariamente tienes que pelear para que no te timen en cada rickshaw que coges  o cada mango que compras, y que las cosas se hagan… al final, la frase recurrente de: “Yes Mam (Madam) tomorrow…” la recibes con una sonrisa, las cosas se irán haciendo pero a otras velocidades, y tu sentido del humor se ve altamente desarrollado con las “indiadas” diarias. En India, en un solo día, puedes llorar de la risa, enfadarte, frustrarte y volver a reírte.

Vivir en la India (no viajar) y concretamente en una gran metrópoli como es Delhi, puede llegar a ser como vivir en Madrid: vas a trabajar por las mañanas, quedas a tomar algo con la gente que vas conociendo, vas a comprar al mercado, te recorres las zonas turísticas…(cuantas veces habré paseado por el Palacio Real y Opera en modo turista…) pero todo el paisaje que lo enmarca difiere bastante de la realidad que has conocido así que la rutina se diluye, como el tiempo.

Después de un mes a 9.000 km de distancia, empiezas a medir las cosas de otro modo.


No sabría que foto poner en este post, me quedo la foto de nuestra vecinita de Rajeev Nagar, hay miradas que valen más que mil palabras ¿no?